15 de octubre de 2007

Artículo en el Mercurio

A Santiago y regiones: Llegan estrellas mundiales de la guitarra al Festival Entrecuerdas

Parte mañana en Talagante y culminará con la presencia del compositor e intérprete cubano Leo Brouwer.


Leo Brouwer

Una decena de importantes intérpretes y compositores internacionales del mundo guitarrístico se darán cita entre el 16 y el 27 de Octubre en la octava versión del Festival Entrecuerdas, cuyas actividades este año se desarrollarán en diversos escenarios de Santiago y regiones.

Por razones de agenda, el máximo representante de la guitarra en Latinoamérica, el intérprete y compositor cubano Leo Brouwer (quien visita Chile por primera vez), cerrará con un desfase el festival. Lo hará con clases magistrales en la Escuela Moderna de Música el 24 de noviembre y el 1 de diciembre, y con un concierto en el Teatro Oriente el 4 de diciembre, donde estrenará obras de su autoría.


12 de septiembre de 2007

" Sueños" de Sebastián Duplaquet

Sebastián Duplaquet había dicho que éste podía ser un álbum de estética neoyorquina (o al menos orientado hacia la llamada downtown scene), pero quienes esperamos su lanzamiento no imaginamos jamás que fuera de manera tan directa. La pieza de apertura —"Reflejos"— hace soplar a un saxofón perdido (no sabemos si realmente está tan triste como parece) y no alcanzan a avanzar ni un par de compases para tener en el cerebro una fotografía perfecta de la película Taxi driver. Un automóvil amarillo conducido por algún humano desencantado por la parte baja de Manhattan.


Sebastián Duplaquet Trio

Pero Sueños no suena en Nueva York. Suena en Santiago de Chile con sonidos de Nueva York. Un trabajo que abre la historia personal de este guitarrista en el jazz actuando como cabecilla después de haber alternado en los grupos Aleph, Nexus y Quinteto Oriente (todas, bandas lideradas o co-lideradas por algún otro jazzer y cuyo guitarrista era Duplaquet). Sueños es además el segundo trabajo del sello independiente Vértice, que el año pasado realizó un experimento arriesgado al introducir micrófonos y cables al club El Perseguidor y registrar el momento de inspiración espontánea de otro cuarteto (que en definitiva son casi los mismos sidemen de Duplaquet). Ese disco se llamó Lugares, personas y fue directo hacia el avant-garde en la línea de la libre improvisación. Éste, en cambio, es casi todo lo contrario. Por algo tardó tanto en salir y por algo la música responde a un largo trabajo de preparación de ideas, de ensamblaje armónico y de conexión entre las partes. Duplaquet logra que la suma de los cuatro cuartos del cuarteto efectivamente sean menos que el resultado. En el jazz, pocas veces la música importa más que quienes la están interpretando. Pero en Sueños parece ser al revés. Las composiciones ("En ausencia", "7 x 4" o "Paz", también sumamente triste) requieren de músicos adelantados que se expresen con sus sonidos personales, pero aquí queda la impresión de que estamos frente a un compositor que ha llevado sus partituras a un grupo de cámara para que las interprete en una sala de conciertos. Que sean los clubes de jazz los escenarios que han elegido Duplaquet y sus muchachos, es otra cosa.

Sueños nos evoca a De Niro al volante. Un poco más allá de ese simple flashazo está toda una corriente sonora de adelanto, con muy fuerte presencia de un guitarrista de culto como John Abercrombie, o de otros más jóvenes como Ben Monder o Kurt Rosenwinkel. Del primero, Duplaquet obtuvo parte de su sonido metalizado. Del segundo el punto de vista que llega muy lejos, y del tercero el formato de banda en cuarteto moderno (con guitarra y saxofón tenor). Sueños es en definitiva uno de los trabajos mejor logrados en el jazz moderno en Chile (no necesariamente "chileno", como Perdidos en Londres del Chilejazz Quinteto, 2004). Como nunca se va a convertir en un disco "clásico" (como sí fue Nahuel Jazz Quartet de Omar Nahuel, 1963), o es demasiado pronto para ello, no podemos asignarle las cinco estrellas. Le asignamos en cambio cuatro estrellas y media. Y le quedamos debiendo la mitad de otra.

Íñigo Díaz

6 de septiembre de 2007

Un encuentro con Leo Brouwer



En 1980 conocí a Leo Brouwer en el Festival de Guitarra de Martinica, evento que él dirigió artísticamente desde finales de los años setenta por más de veinticinco años. Recuerdo sus clases y el concierto que ofreció. Supe que allí logró reunir -con su gran poder de convocatoria que se confirma además en los Festivales de Guitarra que organizaba en La Habana- a algunos de los más notables guitarristas y músicos del mundo, desde Alirio Díaz, Paco de Lucía, John McLaughlin, John Williams, hasta Egberto Gismonti, Ichiro Suzuki, Jaco Pastorius; Stanley Jordan, entre otros. Fue mi primer contacto con este extraordinario compositor, guitarrista y director de orquesta, también por qué no decirlo, con un hombre notable y sensible.
Pronto me di cuenta que era alguien que tenía la visión y el genio de vincular nuestras tradiciones musicales más autóctonas con la música europea de secular tradición académica. Él era -y es-, uno de los músicos latinoamericanos más sensibles y abiertos a los cambios que se avecinaban para el futuro.

Gracias a su labor -como intérprete y compositor- la guitarra dio un vuelco impresionante en su lenguaje y proyección. Ya Villa-Lobos había realizado en años anteriores composiciones que abrieron el mundo sonoro para este instrumento desde lo más profundo de la música brasilera. Ahora Brouwer lo hacía principalmente desde sus raíces cubanas, al mezclar todo tipo de ritmos con lo serial-dodecafónico y utilizando nuevos colores sonoros. En suma, “rompía la tradición aunque costara trabajo” -parafraseando, un tanto, el título de una de sus obras sinfónicas. Se inauguraba con él una nueva era de la guitarra, convertido inconscientemente en maestro y guía de compositores y guitarristas, no sólo de generaciones más jóvenes, sino de sus contemporáneos.

Especial mención tienen en su catálogo guitarrístico, obras que desde hace décadas son de estudio obligado y curricular en cientos de conservatorios y escuelas de música del mundo, como: Estudios sencillos, La espiral Eterna, Canticum, El Decamerón Negro, hasta obras de más reciente creación como: Sonata, Hika, Viaje a la Semilla o los Nuevos estudios sencillos.
En este CD Brouwer interpreta desde Bach a los Beatles, pasando por todo el lenguaje y repertorio clásico de la guitarra con una maestría excepcional -Chacona de Bach, Suite en Re menor de Visée, Recuerdos de la Alhambra de Tárrega. No faltan aquí los grandes arreglos de temas populares que con el tiempo se transformarían en clásicos del instrumento. Su eficacia en la selección de los programas distinguió sus presentaciones que muchos críticos lo calificaron de Maestro, por su arte de programar.

Como bautizara Federico García Lorca a la guitarra: El Polifemo de Oro tiene en Brouwer un pretexto más para continuar. Que no cese nunca de sonar.



Alberto Cumplido
Compositor y Guitarrista
Corinto, Chile, Agosto 2007

Fernando García habla sobre Leo Brouwer

El nombre de Leo Brouwer es conocido mundialmente y su calidad como músico es vastamente celebrada. Su labor como guitarrista, compositor y director de orquesta, ha trascendido las fronteras de países y continentes, habiéndose convertido en uno de los más significativos creadores musicales vivos.

Nacido en La Habana, Cuba, en 1939. De familia de músicos -entre los cuales se cuenta su tío-abuelo Ernesto Lecuona-, muy temprano se sumergió en el universo sonoro que le rodeaba. Intrafamiliarmente realiza los primeros estudios musicales para posteriormente ingresar al Conservatorio Peyrellade, graduándose en 1956. Tres años antes, a los catorce de edad, estudió guitarra -el que sería su instrumento- con Isaac Nicola, el iniciador, junto a su madre, Clara Romero, del movimiento guitarrístico clásico en la Isla. A mediados de la década del cincuenta, casi paralelamente a sus inicios como guitarrista, escribe sus primeras obras, comenzando así sus incursiones en el campo de la composición en forma autodidacta. En 1959 recibe una beca para realizar estudios superiores de guitarra en la Universidad de Hartford y de composición en la Juilliard School of Music de Nueva York.

En 1960, al frente del departamento de música del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), Leo Brouwer tomó intenso contacto con el cine, lo que se tradujo en la creación de la música para casi un centenar de películas. En 1969 participó en la formación y dirección del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC. Allí estableció relaciones profesionales con relevantes figuras de la música popular cubana, como Pablo Milanés, Noel Nicola y Silvio Rodríguez. Además, en esa década desarrolló otras importantes tareas en favor de la música cubana, incluida la docencia en el Conservatorio Municipal de Música de La Habana “Amadeo Roldán”, y el impulso que dio -junto al compositor Juan Blanco y al director Manuel Duchesne Cuzán- a la música de vanguardia en Cuba. En los años posteriores realizó numerosas giras como guitarrista, director y compositor por los diversos continentes, las que, junto a una dilatada discografía, le dieron reconocimiento y prestigio. Fue Director General de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba (1981-2002) y Director Artístico y Titular de la Orquesta de Córdoba, España (1992-2001). Durante su carrera artística ha recibido innumerables distinciones como el Premio Manuel de Falla (1998) en España; el Premio Nacional de Música (1999) en Cuba y el Premio del MIDEM Clásico, (2003) en Cannes. Es miembro de honor de renombradas instituciones culturales como la Institución Musical Italo-Latinoamericana (IMILA) y el Consejo Internacional de Música de la UNESCO, junto a Abbado, Boulez y Ozawa, confirmando lo que la critica musical ha expresado: “es uno de los mayores guitarristas y uno de los compositores más sobresalientes del mundo actual”.

En Cuba la música ha estado inmersa en un profundo proceso de mestizaje, de resultado notable. Ese mestizaje se ha producido principalmente con el encuentro de la música europea y la africana subsahariana, ambas culturalmente muy heterogéneas. Desde la colonia, su estratégica posición geográfica permitió a Cuba, fluidos nexos con las músicas venidas desde Europa, a través de España. El dominio colonial garantizó la presencia y hegemonía de esas músicas en la tierra cubana. También muy tempranamente en el siglo XVI, llegaron a la Isla los esclavos negros africanos de distinta procedencia, armados de sus propias y diversas culturas sonoras. Éstas lograron perdurar gracias al sincretismo nacido de la necesidad de defender la herencia ancestral. La enriquecedora síntesis nacida del contacto de ambas fuentes sigue entregando sus frutos, que no son ni europeos ni africanos. Son americanos, son cubanos.

Lo dicho tiene mucho que ver con Leo Brouwer, pues su creación musical es un fiel reflejo de ese proceso de mestizaje. De ahí el sabor cubano de su música, de ahí y de su genialidad, la generalizada aceptación de su mensaje y la originalidad de su discurso.


Fernando García
Santiago de Chile, Junio 2007